Al costado norte de la torre de Rectoría en la Ciudad Universitaria, el principal recinto bibliográfico de la Universidad Nacional Autónoma de México se edifica con un particular carácter mexicano, un clásico de la arquitectura moderna en el que la integración de elementos arquitectónicos, escultóricos y pictóricos denotan la filosofía de la Universidad, el conocimiento, la historia y la identidad de la cultura mexicana a través del tiempo.
El diseño del ahora emblema visual de la UNAM, con uno de los acervos bibliográficos más grandes de México, fue asignado a los arquitectos Juan O’Gorman, Gustavo Saavedra y Juan Martínez de Velasco, quienes más tarde incorporaron a Juan Íñiguez, Rafael Carrasco Puente y José María Luján como asesores del proyecto.
Como parte de la obra de O’Gorman, las premisas del movimiento funcionalista se hicieron notar en el estudio menucioso de las actividades internas del proyecto, un profundo acercamiento a la economía del espacio que no solo denotan la distribución, sino una particular configuración de materiales y elementos estructurales resultando en una planta libre, al estilo de Le Corbusier, introduciendo el nuevo paradigma de la arquitectura moderna mexicana de 1940 y 1950.
La construcción del edificio, iniciada en 1950, se realizó en un área total de 16000 metros cuadrados destinados a ser la Biblioteca y Hemeroteca Nacional; sin embargo esta terminó siendo únicamente la Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria. Desde su concepción, el proyecto estructuraba un programa de 10 niveles restringidos con documentos y acervo y una planta baja para dar servicio al público.
Con un espacio pensado para 1 millón de volúmenes, el proyecto original se organizaba en secciones periódicas, de reserva, préstamo y consulta. Estas últimas junto con las salas de lectura se proyectaron en la planta principal, un particular basamento que dividía el área pública del acceso restringido de la torre.
Desplantada en los terrenos rocosos del Pedregal de San Ángel, la planta baja se extiende como un basamento rodeado por diferentes desniveles provocados por la topografía del sitio y elementos que se integran a la explanada del área de encuentro del complejo universitario. El recorrido público de este espacio tiene el objetivo de albergar las salas de lectura y los libros de consulta, por lo cual debía ser un área que protegiera el acervo bibliográfico de los rayos solares, pero al mismo tiempo se percibiera como un espacio amplio cómodo, luminoso y funcional.
Una composición extraordinaria dispuesta por una retícula de vitrales modulados plantea la solución a esta necesidad, y bloqueando la luz directa del sol, la luz se tiñe en tonos cafés y amarillos dando un carácter único con un particular juego de sombras que aprovechan el espacio y el material para dar un singular carácter a la planta libre.
El edificio resuelto en un nuevo sistema de cimbrado para las losas, busca la total simetría con formas cúbicas en los entrepisos, columnas aparentes y fachadas libres. Las plantas del acervo privado, mismas que desarrollan la torre, se proyectaron en plantas muy bien resueltas en circulaciones, ventilaciones naturales e iluminación, aún cuando la torre se contemplaba como un elemento completamente ciego.
El resultado de una caja ciega, con una altura considerable, abrió la oportunidad a Juan O’Gorman para proponer una fachada en 4 vistas que pudieran plasmar una obra realmente representativa.
Siendo esta caja un gran lienzo de trabajo, O’Gorman propuso un mural con piedras de colores en el que lo funcional y lo público pudiera contrastar con lo lúdico, con lo intangible, el alma de la universidad y la identidad mexicana.
Tras la incosteable propuesta que representaba un mural de tal magnitud, O’Gorman decide retomar las técnicas empleadas para el proyecto del Anahuacalli, actual museo donde se expone la colección de piezas precolombinas de Diego Rivera.
En un arduo trabajo con Rivera, O’Gorman descubre en el Anahuacalli las propiedades de la piedra volcánica, su facilidad para ser pintadas, su resistencia, pero sobre todo su significado contextual, por lo que designa a este como el mejor material para la ejecución del mural.
Una vez solucionado el problema material, el arquitecto decide aterrizar las ideas para conceptualizar el característico mural de piedra de la Biblioteca Central.
El tema general del mural, se relaciona con la evolución de la cultura. En la parte alta representé los símbolos cosmológicos; en el muro norte, figuras alusivas a la cultura prehispánica; en el muro sur, desarrollé el argumento sobre la cultura colonial; en los laterales, hice referencia a la época moderna, y en el lado oriente, representé el átomo como símbolo cosmológico de nuestro siglo. En el lado poniente originalmente había proyectado el concepto Newtoniano sobre la atracción universal, pero tuve que variarlo al tener que representar allí el escudo universitario con el lema correspondiente, mismo que, según mi opinión, debió de ir en el edificio de la rectoría
Durante 1947, la educación pública en México iniciaba la Ciudad Universitaria como uno de los más ambiciosos proyectos, acompañado por nuevos paradigmas, descubrimientos y visiones. Un nuevo modelo educativo planteaba el futuro de México y con él la nueva identidad del país. El mural de O'Gorman tiene el objetivo de mostrar este nuevo modelo de identificación nacional, un profundo diálogo de la ciencia, la historia y el conocimiento que a través de una compleja geometría de piedras dispuestas en 10 diferentes colores y la suma del vidrio coloreado reflejan el papel del universitario en la sociedad, la visión de la UNAM y su papel en la sociedad moderna.
Inaugurada en 1956, esta emblemática obra continúa siendo una profunda discusión del México prehispánico, la historia, el conocimiento y la ciencia, planteada en un edificio completamente funcionalista que suma elementos escultóricos y pictóricos que dan forma y espacio a la identidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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Arquitectos: Juan O'Gorman
- Área: 16000 m²
- Año: 1948
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Fotografías:Adlai Pulido